jueves, 11 de febrero de 2010

Declaración de principios


EL MUNDO Y LA ARGENTINA DE LOS ’90, Y DE LA ACTUALIDAD

A principios de los años noventa se desarrollaron en el mundo y en el país acontecimientos que iban a marcar profundamente dicha década. La caída del Muro de Berlín, del socialismo en el este europeo, y finalmente de la URSS, abrieron el camino a una fuertísima ofensiva ideológica, política, cultural, económica y en cierto grado militar del imperialismo. El cual, encabezado por los EEUU, se lanzó sobre los recursos de las naciones mas débiles, y los derechos de sus pueblos. El famoso documento “El Consenso de Washington” es un compendio de las intenciones imperiales, de las empresas multinacionales y el poder financiero. Se abrió entonces, descaradamente, el período de la imposición del neoliberalismo a escala global. El supuesto“fin de la historia” al decir de Fukuyama.
En la Argentina las clases dominantes, para profundizar lo iniciado durante la dictadura y continuado luego con el alfonsinismo, pusieron a un títere suyo en la presidencia, Carlos Menem, cooptaron y corrompieron a muchos de los dirigentes del PJ, y resolvieron sumarse con armas y bagajes a esta estrategia del poder internacional. Comenzó entonces la época de las relaciones carnales, de las privatizaciones, la apertura económica, la convertibilidad, el único camino, la pizza con champagne, etc.
Sin embargo la historia, mal que les pese a los amigos de lo ajeno y a los enemigos del progreso, no terminó allí. Las naciones mas débiles fuimos azotadas por el saqueo feroz y la destrucción de nuestras capacidades productivas; basta con ver el estancamiento, cuando no el retroceso del PBI y la redistribución del ingreso en nuestros países latinoamericanos durante los noventa, para formarse una idea de ello. Nuestros pueblos fueron arrojados en una proporción enorme a la desocupación, la pobreza y la marginalidad. Aquí, en nuestra tierra, tuvimos la mejor radiografía de las consecuencias del modelo neoliberal.
Pero como contracara de todo ello creció la resistencia. La de un puñado de naciones (como Cuba y luego Venezuela en Latinoamérica) con gobiernos soberanos, y por sobre todo la de los pueblos agredidos. También en esto, los argentinos tuvimos un protagonismo destacado.
La ofensiva imperial se ha ido, con el tiempo, estancando. En parte por las contradicciones económicas propias de un modelo de altísima concentración, cada vez mas excluyente; que tiene como factor dominante a un país, los EEUU, cuya economía declina y pierde supremacía mundial, llevándolo a agresiones como la de Irak. En otra parte, porque la resistencia de los pueblos fue desgastando políticamente las estrategias imperiales, y derribando en forma paulatina los gobiernos cipayos; entronando en su lugar administraciones con mayor sentido nacional.
Así llegamos a la actualidad, con un nuevo contexto ideológico, político y económico, distinto al de principios de los noventa, en el mundo y en el país. En el primero hay un rechazo que se generaliza hacia el neoliberalismo y el predominio norteamericano, extendiéndose hasta los países centrales. Acompañado esto del surgimiento de nuevos polos de desarrollo económico en distintas naciones del tercer mundo, que permiten a ellas y a muchas de las demás eludir en una porción no desdeñable el corcet de la dependencia de los países industrializados. Ambas cuestiones vienen favoreciendo la irrupción de una corriente soberana e integradora en Latinoamérica. Hay indicios importantes que esta situación mundial no es algo transitorio, sino que aparece como el inicio de una nueva etapa histórica.
En nuestro país, se derrumbó estrepitosamente el consenso al neoliberalismo y cundió el rechazo a sus promotores externos e internos. La resistencia y el repudio ciudadano echaron a Cavallo, a De la Rua, apuraron la retirada de Duhalde y obligaron a Menem a no presentarse en la segunda vuelta de las presidenciales. Procediendo el pueblo, además, a elegir para gobernar a Néstor Kirchner. Presidente que con audacia y superando significativos obstáculos, va orientando la nave patria hacia un nuevo Proyecto Nacional, de desarrollo justo y soberano.

EL NUEVO PROYECTO NACIONAL

¿Cuál es el proyecto de país en que estamos embarcados, y al que se oponen resueltamente tanto las fuerzas imperialistas, en especial norteamericanas, como sus socios locales, esos que nos hundieron en el peor de los mundos? El Presidente Kirchner lo ha dibujado en reiteradas oportunidades: una nación reindustrializada, defensora de sus derechos e intereses en el ámbito internacional, integrada con sus hermanas latinoamericanas, con un Estado y un mercado interno fuertes; de empleo pleno y digno, sin pobreza, con justicia y movilidad social, donde se defienda el medio ambiente y haya educación y salud destacadas; con renovación institucional y política, sin corrupción; de igualdad de género y respeto a los derechos humanos, a los de las mujeres y los niños, los jóvenes y los ancianos, sin ninguna discriminación, con democracia real y participación popular. En definidas cuentas: un país en serio donde valga la pena vivir.
Para llevarlo adelante, sin dudas, es necesaria una extensa alianza de clases y sectores sociales interesados en él; que contenga desde las mayorías populares de trabajadores, pobres de la ciudad y el campo y clases medias, hasta el propio empresariado nacional. La batalla será dura y áspera, y hay que unir para librarla con éxito todo lo que sea susceptible de ello, con la mayor amplitud.
No obstante, es claro que dentro de esa unidad que debe sostener al nuevo proyecto nacional en marcha, hay importantes diferencias de acuerdo a los intereses que allí existen. Estas diferencias se expresan luego en estrategias, políticas y tácticas disímiles. No nos debe ser indiferente cual de ellas se predomine, ya que de ello se derivará no solo el tipo de país que construyamos, sino incluso hasta la posibilidad concreta, llegado el caso, de llegar o no al mismo.
La nueva nación a construir, a diferencia de la que gestó el primer peronismo a partir de 1946, contempla un mayor grado de contradicciones entre el empresariado nacional (o por lo menos la parte dominante del mismo) y las clases populares. En aquel entonces la tarea excluyente era la sustitución de importaciones, y para ello había que dinamizar el mercado interno. Mayores salarios, salud, educación, un Estado fuerte que intervenía en la economía, eran aspectos complementarios de que las empresas obtuvieran mejores ganancias. Hoy esa realidad abarca una parte del modelo económico que hay que instalar, ya que sin duda una de las tareas pendientes es reconstruir el mercado interno. Sin embargo ahora la locomotora deben ser las exportaciones, y tenemos una parte no desdeñable de las mismas en manos de grandes grupos económicos locales e internacionales. Estos sostienen que para tener éxito en la disputa de los mercados internacionales hay que mantener salarios bajos, mucha concentración de ingresos en sus manos, un Estado bastante prescindente, un mercado interno no muy fuerte ni integrado, mas bien para los altos ingresos, etc.
No es difícil ver entonces que las contradicciones al interior de este nuevo proyecto nacional son mayores y mas intensas que en las anteriores experiencias nacionalistas que vivió la Argentina. Y que además se extienden a otros terrenos por fuera de la economía. Por ejemplo en la política y en el terreno social, estos sectores mas concentrados, fracturados del bloque de poder del período neoliberal, sostienen que hay que recuperar los partidos tradicionales, y en especial al PJ con su vieja dirigencia, para manejar sin demasiados sobresaltos la nueva etapa. Lo mismo opinan respecto de las conducciones sindicales: mejor malo conocido que bueno por conocer. Estas posturas, sumadas a otras como la no revisión profunda del pasado dictatorial y del menemista, hablan a las claras de lo limitado de la intención transformadora de quienes las sostienen.

UN NUEVO MOVIMIENTO POLITICO

La alianza que hoy apuntala al gobierno nacional es, de hecho, un amplio y diverso frente. Este se extiende por un variado espectro político e ideológico; expresión, en última instancia, de los distintos sectores sociales confrontados en distinto grado con el neoliberalismo precedente. Tenemos allí desde una parte no desdeñable del PJ, partidos, grupos o dirigentes de centro y centroderecha, algunos vecinalistas de ideología diversa y franjas del radicalismo, hasta una porción significativa del centroizquierda y de la izquierda, peronistas y no peronistas.
Esta realidad, con seguridad, no se va a modificar en lo que resta de este mandato de Néstor Kirchner. Es muy difícil que vayamos, en ese período, hacia la constitución de un solo partido o movimiento político. Es casi imposible ver eso en tamaña diversidad, y con la necesidad de sumar mas sectores aun en dirección al 2007. Por el contrario, lo mas probable es que tiendan, al interior de este frente, a agruparse aquellos con mayores afinidades políticas e ideológicas para tener mas peso a la hora de las decisiones. Eso mismo, por tanto, debemos buscar las expresiones mas consecuentes de este nuevo proyecto nacional.
Nuestro gran acierto ha residido en comprender la nueva etapa que se ha abierto en el mundo, en Latinoamérica y en la Argentina; esto nos ha permitido jugar un papel aceptable en estos primeros dos años de reconstrucción nacional, y acumular fuerzas. Sin embargo, nuestra debilidad ha estado en no haber podido constituir, hasta ahora, una fuerza política común que nos permitiera materializar el peso real con que contamos, como parte del proyecto del Presidente Kirchner, en la vida del país. Otros sectores, mucho menos interesados en producir cambios profundos, se han aprovechado de ello.
Es llegado el momento de revertir esto. Comienza para el gobierno y el país una etapa decisiva: vamos dejando la crisis atrás y se avecinan las grandes definiciones respecto de la nación que buscaremos. Nuestra voz debe comenzar a ser mas potente en este nuevo escenario.
Para ello decidimos fundar este nuevo Movimiento Político, que nos agrupe y nos potencie en los marcos del Frente para la Victoria, a los que anhelamos una patria verdaderamente distinta, libre y soberana; abierto a la incorporación de todos los compatriotas que aspiren a refundar el país.
Un Movimiento que sostendrá junto a Néstor Kirchner, bien en alto las históricas banderas nacionales, populares y latinoamericanas. Abiertamente opuesto al imperialismo y al neoliberalismo en cualquiera de sus formas.
Que propugnará una sociedad mas justa y plena, con la participación activa de la ciudadanía en su construcción.
Que aspirará a representar en sus intereses por sobre todo a los trabajadores, los desposeídos, los estudiantes, los pequeños campesinos, los pueblos originarios, la intelectualidad mas progresista y a las clases medias menos pudientes.
Con un papel destacado, en todas sus líneas, de las compañeras y los jóvenes.
Un Movimiento democrático y participativo, con mucha militancia e inserción social, y dirigentes honestos. Ajeno por completo a las prácticas de la vieja política tradicional de nuestro país.
Capaz de formar y aportar muchos cuadros al Estado que tenemos que construir.
Decidido, en definitiva, a ser un actor destacado en la formulación y la construcción de una nueva Argentina.

CON EL GENERAL SAN MARTIN, EVITA Y EL CHE GUEVARA

POR UNA PATRIA PARA TODOS Y TODAS

CONSTRUYENDO LA SEGUNDA INDEPENDENCIA

JUNTO A LA UNIDAD LATINOAMERICANA

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