sábado, 12 de noviembre de 2011

El 12 de noviembre 1969 Seymour Hersh devela “La Matanza de My Lai”

En 1968 un regimiento de soldados norteamericanos masacró a la indefensa población civil de la aldea vietnamita de My Lai. El ejército norteamericano intentó denodadamente ocultar la brutal matanza. A pesar de sus esfuerzos, el hecho sanguinario se difundió y llegó hasta la opinión pública. Lo ocurrido en My Lai es símbolo del desamparo de la vida humilde frente a la devastadora maquinaria bélica del poder. En la historia, el poder (desde su conjunción de fuerzas políticas, económicas y militares) siempre se construye sobre ensangrentados valles de inocentes masacrados. La silenciosa tragedia de los desamparados es ocultada bajo las ostentosos estandartes del poder triunfante.

LA MATANZA DE MY LAI

En la mañana del 16 de marzo de 1968 más de 100 soldados estadounidenses llegaron por helicóptero al poblado de My Lai en Vietnam y, sin encontrar al enemigo, durante varias horas mataron a 350 civiles, la mayoría mujeres, niños y viejos. La matanza de My Lai, en medio de una de las guerras intervencionistas más sangrientas de la historia estadounidense, marcó una tragedia cuya herida histórica aún no se cura.

El reportero e historiador Seymour Hersh cuenta que a menos de cuatro kilómetros de My Lai esa misma mañana, otra agrupación de soldados estadounidenses iniciaron un asalto al poblado de My Khe, y de nuevo al no encontrar a las fuerzas enemigas, asesinaron a todas las mujeres, niños y viejos que se encontraron, entre 60 y 155 civiles.

Pronto los soldados empezaron a disparar contra cualquier cosa que se moviera (incluso animales de granja, como cerdos, gallinas, patos y vacas). Las tropas gritaban dentro de las pequeñas chozas para que sus habitantes salieran, y les indicaban con señales de mano que debían salir. Si nadie respondía, tiraban granadas dentro de los refugios y casamatas. Muchos soldados no se molestaron en usar este procedimiento y lanzaron granadas de mano dentro de las chozas, estuvieran o no ocupadas. Algunos grupos pequeños de personas se empezaron a reunir, en una parte del caserío, creando un grupo más nutrido de entre 50 y 60 ancianos, mujeres y niños. Algunas eran madres que llevaban a sus bebés en brazos, y otras estaban tan heridas que difícilmente podían caminar. Minutos después de entrar a My Lai, un soldado se topó con una choza que había sido ametrallada, en ella descubrió a tres niños, una mujer con una espantosa herida abierta en el costado, y a un anciano en cuclillas, casi incapaz de moverse por las graves heridas que tenía en ambas piernas. El soldado apuntó su pistola calibre .45 a la cabeza del anciano y tiró del gatillo, volándole la tapa de los sesos...
Dos soldados se sorprendieron cuando una mujer, que cargaba un bebé en sus brazos y arrastraba a otro niño que apenas sabía caminar, salió corriendo de una choza de bambú. Uno de ellos disparó y la hirió. Una anciana, con una granada M-79 sin explotar dentro de su estómago abierto, se divisó tambaleante por la senda.
Un anciano que llevaba puesto un sombrero de paja y estaba sin camisa (era obvio que iba desarmado) se encontraba junto a un búfalo, en un arrozal, a unos 50 metros de distancia. Miembros del 1er. Pelotón dispararon inmediatamente contra el anciano después de que éste alzó las manos, mientras el Teniente Calley observaba.
Un soldado apuñaló con su bayoneta a un granjero vietnamita de mediana edad, sin ninguna razón aparente. Luego, mientras la víctima estaba en el suelo jadeando para respirar, el soldado lo remató. Este mismo soldado entonces agarró a otro hombre que estaba siendo detenido, le disparó en la nuca, tiró su cuerpo en un pozo, y lanzó una granada M-26 dentro del mismo.
Un soldado que caminaba descarriado, encontró a una joven mujer con un niño de unos cuatro años de edad. La obligó a satisfacer oralmente sus deseos sexuales mientras apuntaba con su arma a la cabeza del niño, amenazando con matarlo. Cuando apareció el Teniente Calley, le ordenó disgustado al soldado que se subiera los pantalones y que fuera a donde se suponía que debía estar.
En un punto, a pesar de todo el pandemónium, el 1er. y 2º pelotones se traslaparon cuando el flanco derecho del 2º pelotón cruzó el sendero que cruzaba el flanco izquierdo del 1er. pelotón. Tropas del 1er. pelotón que llevaban caminando a un pequeño grupo de aldeanos para que fueran investigados, fueron abordados por un soldado del 2º pelotón quien airado insistió en que mataran a los aldeanos en ese momento. Solicitó un M-16 a cambio de su M-79, para iniciar él mismo la ejecución. Cuando rehusaron dárselo, tomó el M-16 de un soldado y disparó a la cabeza de un granjero vietnamita. Después se calmó.
Tres escuadras de soldados del 2º pelotón se acercaron en línea, lado a lado, vaciando las viviendas y luego lanzando granadas de fragmentación adentro de ellas. También dispararon fuego automático en ellas. Un grupo de niños de entre 6 y 7 años de edad que venía hacia ellos rápidamente fue abatido. Otro grupo de vietnamitas murió (bajo el fuego automático de ametralladoras y de fusiles M-16) frente a una choza, después de haberse apiñado en ella, tratando de protegerse. Un jefe de escuadra dijo a sus soldados que no le gustaba lo que estaban haciendo, pero que había que cumplir las órdenes.
Un soldado disparó contra una mujer que tenía un bebé, a una distancia de aproximadamente 25 metros. Casi cercenó su brazo derecho. Un frágil trozo de carne era lo único que lo sostenía unido al resto del cuerpo. Ella corrió hacia una choza, llevando aún así cargado a su bebé; alguien gritó que los mataran a los dos.
Una mujer de mediana edad que trataba de salir de un túnel valiéndose para ello de ambas manos (y revelando así, claramente, que estaba desarmada) murió por los disparos de un equipo de ametralladora. Este mismo equipo abrió fuego contra cualquier vietnamita que encontrara en su camino. El escenario continuó siendo de caos y confusión, con gente que corría y gritaba. Algunas de las tropas temían ser víctimas de los disparos de sus propios compañeros.
En un área despejada cerca de una pequeña choza, un grupo de quince vietnamitas se había reunido, cuatro mujeres de unos treinta años de edad, tres de unos cincuenta, tres jóvenes adolescentes y cinco niños de entre 3 y 14 años. Un soldado gritó una alerta para que cualquier soldado que estuviera detrás del grupo de vietnamitas se protegiera porque iban a abrir fuego. El primer disparo contra este grupo penetró la cabeza de un niño que su madre llevaba cargado, haciéndole volar la tapa posterior de los sesos al menor. Otros empezaron a disparar también; ninguno se detuvo hasta haber matado a todo el grupo.

Un soldado lanzó dos proyectiles desde su lanzagranadas M-79 contra un grupo de vietnamitas que estaban sentados en el suelo. La primera granada erró, la secunda cayó entre ellos con un impacto devastador. Sin embargo, algunos de ellos pudieron sobrevivir la explosión. Otro soldado acabó con ellos. Un tercer soldado se detuvo junto a un túnel y gritó para que salieran sus ocupantes. Los vietnamitas que lo ocupaban estaban empezando a salir, pero el soldado tiró adentro una granada de todas formas.
Detrás de los pelotones 1 y 2, el grupo de mando del Capitán Medina formó una línea de seguridad afuera de un arrozal detrás del perímetro occidental de My Lai 4. Habían transcurrido cerca de 45 minutos desde que las primeras tropas entraron a la aldea y el Capitán Medina esperaba para dar la orden de partir al 3er. pelotón.
El 1er. pelotón reunió a un grupo numeroso de entre 50 y 60 vietnamitas. Ellos estaban en cuclillas y había entre ellos de 10 a 15 varones con barba y diez mujeres, así como unas cuantas ancianas de cabello blanco que difícilmente podían caminar. El resto del grupo lo integraban niños de todas las edades - desde bebés hasta jóvenes adolescentes.

Para ese entonces (desde el momento en que su pelotón entró al caserío), el Teniente Calley había recibido dos llamadas de radio de un ansioso Capitán Medina, que exigía saber qué estaba sucediendo con su pelotón y a qué se debía el lento progreso a través del caserío. El Teniente Calley respondió que un grupo numeroso de vietnamitas que habían reunido estaba retardando el avance del pelotón. El Capitán Medina le ordenó que "los eliminara". El Sargento Calley se acercó a dos soldados que cuidaban al grupo de civiles y les dijo "encárguense de ellos". Los dos soldados respondieron "está bien".
El otro soldado participó en la matanza con el Teniente Calley, pero no pudo continuar y dejó de disparar casi al final, con lágrimas que rodaban por sus mejillas. En este momento, el soldado que no había participado vio que solamente unos pocos niños continuaban vivos. Sus madres se habían abalanzado sobre ellos como último recurso para proteger con sus cuerpos a los pequeños de la constante lluvia de balas. Los niños trataban de pararse. El Teniente Calley abrió fuego matándolos uno por uno. Luego el Teniente Calley dijo "Ya está bien, vámonos."

Mas Info: LA MATANZA DE MI

No hay comentarios:

Publicar un comentario