sábado, 28 de enero de 2012

Aniversario de Jose Marti, el Más Universal de los Cubanos


Este hombre, el Más Universal de los Cubanos, pensó y actuó fundamentalmente al servicio de lo que él llamó nuestra América, con una perspectiva que giraba en torno a la lucha anticolonial.

La idea del equilibrio del mundo tiene múltiples raíces y pudo legarle a Martí especialmente desde Bolívar, quien, sin que aún existiera el imperialismo, fue capaz de vaticinar que los Estados Unidos parecían destinados a plagar de miseria a nuestra América “en nombre de la libertad”. Pero aquella idea, hoy más acuciante que en ningún otro momento de la historia, con las señales del Congreso Internacional de Washington, en el invierno de 1889-1890.

Las maniobras y tendencias del foro, le confirmaron que en sus cálculos para dominar políticamente a toda la América, y en ese camino al mundo, por la vía del mercado, los Estados Unidos incluían la complicidad posible de las repúblicas venales o débiles.

Aquel Congreso encarnó ardides que un siglo después se llamarían Tratado de Libre Comercio, y sobre todo, Área de Libre Comercio para las Américas.

Martí vio claramente que el gobierno estadounidense procuraba crearse un mercado para los productos que les resultaban invendibles, y las bases de su triunfo sobre Europa. Ante ello proclamó que a la América de habla española la había llegado la hora de declarar su segunda independencia, esta vez del sistema de colonización que el arrogante vecino del norte se apresta a ensayar en pueblos que ya se habían librado de su metrópoli europea.

Por su ubicación geográfica y por ser países aún sin independencia, Cuba y Puerto Rico tenían un especial significado en la trama geopolítica y que Estados Unidos se disponía a capitalizar. La acometividad de esa nación para alcanzar sus intereses imperiales, hizo a Martí acelerar la fundación del Partido Revolucionario cubano, creado en 1892.

El 17 de abril de 1894, en un artículo del periódico Patria, Martí escribió: “En el infiel de América están las Antillas, que serían, si esclavos, mero portón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder, -mero fortín de la Roma americana; -y sí libres- y dignos de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora –serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del norte, que en el desarrollo de su territorio, hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que en la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo… (…) Es un mundo lo que estamos equilibrando; no son solo dos islas los que vamos a libertar.”

En el Manifiesto de Montecristi, fechado 25 de marzo de 1895, y primer programa público de la gesta, que había estallado el 24 de febrero, Martí afirmó y explicó por qué la emancipación de Cuba se alcanzaría “para bien de América y del mundo”.

En carta de igual fecha, al dominicano Federico Henríquez y Carvajal, resumió: “Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”.

Las preocupaciones y la clarividencia de Martí se confirmaron dramáticamente en 1898, cuando los Estados Unidos intervinieron para impedir la liberación de Cuba. Los acontecimientos desatados con dicha intervención, que tendría graves consecuencias para el planeta, evidenciaron el acierto de Martí al ver en la independencia cubana un suceso de significación mundial.

Sabias razones tuvo el Apóstol para plantearnos fines sin cuyo logro la humanidad caminaría hacia la destrucción, está caminando hacia ella, lo que, por suerte, aún no es forzosamente irreversible.

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